Cada ola
vibra y pronuncia tu nombre
al romper en
la orilla del llanto.
El sol roza
mi piel
advirtiendo
la necesidad de ti
y empuja el
ánimo perdido para llenarme.
El cielo
azul ofrece su manto
para cubrir
mi anhelo,
da color y
ofrece consuelo.
La arena te
circunda anhelante
trabando tu
sonrisa abierta al atardecer,
mi boca te
ansía.
Mi sed busca
tus pechos disuasorios
en la
insensatez de la brisa errante
que
sortilegia la transparencia
del nácar de
las olas.
Mis manos
piropean tus hombros
que recrean
el sol vespertino,
asumiendo la
luz del verde de tus ojos.
Y mi piel se
entrega a tu sexo embriagador
entre
miradas encendidas de pasión,
vaivén de
cuerpos,
gemidos musicados,
ojos
entregados a un te quiero de tus labios.
Tu espalda
revierte mis sentidos
enlazan
nuestra complacencia
en un halo
de caricias iluminadas.
Tus dedos
deslizados,
entretenidos
encontrando deseos inventados
en esencia
volcada,
en un volcán
rindiendo pleitesía
al amor del
mar bravío.
Ruiseñores
en danza
cantando a
la vereda del río,
Ataviados de
alisos alimentando los sentidos,
Pellizcos al
alma desde dentro…
tu amor y el
mío
resurgiendo
sílfides en nuestro deseo…
Nada parecido con la realidad, ella conlleva aún más...
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